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Un recorrido en la ciudad

Lo que vemos pero no paramos a mirar

Por Yesica Gallegos - febrero 23, 2017


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Vista panorámica de Río Gallegos (1)
En la ciudad de Río Gallegos caminamos, corremos, alcanzamos el colectivo a cuestas, tomamos un taxi, ingresamos y salimos de puerta en puerta. El movimiento, como en toda ciudad, es constante y nos aleja, sin quererlo, de lo que nos rodea.
Pasamos por las mismas calles y la rutina se apodera de nuestra vida. Pero si dejamos de ver nuestros pies al caminar y alzamos la vista hacia los rincones de la ciudad, podríamos percatarnos de la producción artística viva en las calles, latente de llamar tu atención.
Hay espacios en Río Gallegos que son habitúes para muchos: boliches en la vida nocturna; instituciones educativas en la vida cotidiana de estudiantes y docentes; como así también sitios que portaban nombres antiguos, ahora adecuados a nuestro tiempo, y otras veces, desaparecidos en el espacio.
Son esos espacios donde figuran obras de arte que se camuflan con el entorno. Porque cuando asistimos a un lugar tendemos a obviar lo que nos circunda, no miramos, sólo vemos y en el acto de ver se pierden muchas cosas.
Ejemplos de ello, tenemos al ex-boliche Camelot, discoteque en otros tiempos, cuya vigilancia la realizaban dos enormes caballeros medievales, soldados en chapas. Esculturas formidables que protegían un castillo de fantasía que encendía sus luces y ritmo en las noches frías de fin de semana. Pero ¿qué es lo que ve la gente en ese espacio, olvidado en las semanas y durante el transcurso del día? Sólo ve el sitio donde muchos van a bailar, a donde el descontrol busca llevarse el cansancio de la semana de trabajo.

Ex-boliche Camelot
Otro ejemplo puede ser la entrada a la UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia Austral) en la Avenida Juan Manuel Gregores, donde se encuentra realizada otra escultura de chapas soldadas, con las siglas de la Universidad y un diseño del movimiento de un barco, un pez y las olas del mar. Obviamente, las ajetreadas idas y vueltas hacia la institución educativa, nos hacen olvidar que aquello esta ahí, esperando acaparar nuestra atención. La obra, de este modo, pasa a estar "institucionalizada", lo cual la vulgariza y le quita vida.

Ingreso a la UNPA (Av. Juan Manuel Gregores)
En la calle Rawson solía reposar la escultura realizada en madera de un enorme tótem que se alzaba hacía el cielo, culminando en un águila, símbolo de las culturas indígenas. Aquella obra daba la bienvenida a una discoteque muy popular en los años '90s, Tequila Disco. Su destino en el imaginario popular fue igual a lo que sucedió con los guardianes de Camelot, lo único que resultaba importante era el espacio, pero no la obra hecha para el mismo.

Tótem ubicado en calle Rawson (se conserva la parte inferior del mismo)

La obra de arte rebosa vida, gran parte que le pertenece al artista, como Jorge Ojeda (obra en antigua discoteque Tequila Disco) y Juan Carlos Villegas (obras construidas en el ex-boliche Camelot, trabajo colectivo con el artista Jorge Ojeda; y escultura realizada en el ingreso a la UNPA), escultores de nuestra ciudad capital. Y esa vitalidad de la obra en sí misma, le otorga afecto y sensibilidad al espacio, un lugar vacío sin significante más que su simple utilidad. 
Cuando caminamos por nuestras calles, cuando nos enfadamos con el viento que golpea nuestra cara y nos desarma el cabello, cuando decimos no ver nada, debemos pensar en el ejercicio de mirar. Porque los verbos son diferentes, desear no es lo mismo que amar, como ver no es lo mismo que mirar. Al levantar nuestros pies al andar, pensemos y reflexionemos en las obras de otros, en su patrimonio colectivo y artístico hacia la ciudad, en los murales de colores que resaltan los espacios públicos y las escuelas grises.

Murales en predio de la UNPA
El Arte espera al público en una ciudad que parece una caja de Pandora anhelando ser abierta. Allí donde lo esencial es invisible a los ojos, diría el Principito, es donde se debe empezar a buscar. Lo que veo pero muchas veces no miro.



Comentarios

  1. muy abierta a la invención de temas, Yesi, ¡qué buena puntería para señalarnos caminos que no reparamos!

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