Primero: Fundacruz - Edgardo de Bortoli
El vidrio y su movimiento
Por Yesica Gallegos - abril 10, 2018
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La semana pasada se llevó a cabo la inauguración de la muestra del artista Edgardo de Bortoli en Fundacruz. La producción expuesta consta de figuras realizadas en hilos de vidrio como así también imágenes que son el resultado del juego entre la serigrafía y planchas de vidrio. Su trabajo es producto de un tema, de historias que son hiladas como el material que recorre su obra; no sólo podemos ver rostros en tinta sino también construcciones que significan algo más que lo meramente observable.
Ingresamos y observamos, en primera instancia, aquellos cuadros donde el vidrio entra y sale, forma tejidos y plasma retratos de otros desconocidos. Sin saber, uno se imagina quienes son y entre vagos pensamientos uno se trata de posicionar en el imaginario del artista, qué lo ha atravesado y qué realidad ha querido representar. El arte viaja más allá de lo que se mira y llega a lugares donde la mano del artista es la guía. Rostros dormidos, rostros en sueños, donde la vida es sueño, allí debe estar la respuesta. El color, apareciendo como el símbolo de un tipo de arte pop, fresco, serigrafías de este tiempo, donde la tinta dibuja la realidad.
Por otra parte, la experimentación también se vuelve protagonista de la escena que el artista ha montado. Las pequeñas jaulas que encierran los disparatados hilos de vidrio, guardan más que un material; quizás aves, tal vez un movimiento atrapado y enredado, las curvas que se cruzan, juegan en un entramado que apresa los deseos del artista. ¿Qué hay en el fondo de un cúmulo de nubes de líneas sin sentido? La jaula parece volverse la prisión de miles de pensamientos convergentes, la mente del artista se ata a los designios del vidrio, a su ductilidad, al calor de un horno, al sometimiento involuntario del material.
Aparece una construcción singular. Columnas de vidrio, el trabajo de una pequeña araña, minucioso y cargado de recovecos. La gran maqueta se alza como un conglomerado de edificios, donde ciudadanos invisibles bordan palabras, tejen situaciones imaginarias. El trabajo de producción de la obra consta de una serie de pasos para conseguir el resultado final: el horno, el vidrio líquido destilando, una malla que genere las formas. Una cascada de hilos se libera y pasa a ocupar un lugar en el espacio.
Edgardo de Bortoli nos muestra con su arte el alcance de los materiales, la intención que el vidrio genera y se observa en el accionar de su obra. El artista expone experimentos y elementos consolidados; esculturas y objetos que juegan con el vidrio y la tinta, una tinta negra que a veces es mancha y otras figura. Las obras abren un diálogo con el espectador, ¿dicen algo? No lo sabemos, pero establece otra forma de comunicación, a través de la "fragilidad" del vidrio.
Segundo: MAEM - "Territorialidad | Un espacio antropológico", Eduardo Aguirre.
La imagen técnica: Fotografías
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El sábado se realizó la inauguración de la exposición "Territorialidad | Un espacio antropológico" del fotógrafo Eduardo Aguirre. La muestra presenta una serie de fotografías en blanco y negro, cada una con una historia particular, que se constituyen en momentos capturados por la cámara y el ojo del artista.
Vilém Flusser define a la imagen producida por un aparato como imagen técnica. En la actividad fotográfica juega no sólo el imaginario del fotógrafo sino también el aparato, es decir la cámara. Es posible pensar a la cámara como ese juguete con el cual el fotógrafo se divierte. Eduardo Aguirre nos muestra en cada toma este juego y disfrute hacia aquella "labor" que el artista desarrolla.
Las imágenes se crean como mapas para indicarnos nuestro camino en el mundo. Tal y como la fundamentación de la obra anticipa, los territorios son más que delimitaciones o espacios geográficos; la territorialidad se sustenta en lo cultural, en las formas de mirar y de movernos por este y otros mundos posibles. El fotógrafo, cazador de imágenes, resignifica con su captura un pequeño momento y lo comparte con nosotros, podríamos decir "observadores ingenuos". Cuando vemos las manifestaciones, lo cotidiano y a las personas, vemos construcciones que el artista ha creado para nosotros. La magia que la fotografía nos provoca es que buscamos ver más que las categorías de minimalismo, paisaje o retrato.
Lo tradicional del título que acompaña a la imagen, clarifica su significado y abre paso a la imaginación. Lo que parecía insustancial se vuelve materia y comenzamos a crear historias que se adecuen a lo que vemos, ficcionalizamos ese trozo de la realidad e incluso podemos llegar a pensar ¿en realidad, es eso lo "real"? Las fotografías en blanco y negro son las que mejor nos exponen el "universo de los conceptos", de esas ideas de las que el fotógrafo se nutre y junto a su imaginario nos hace ver su visión de lo que lo rodea; en este caso, Aguirre no habla de la Patagonia como estepa del Sur, sino más bien del Sur como el lugar donde todo sucede, donde el silencio de una silla guarda memorias de otro tiempo y donde la cama inmaculada del que alguna vez fue un enfermo borra su presencia y esboza ausencias.
La proliferación de imágenes que circulan a nuestro alrededor, nos permiten olvidar, a veces, donde estamos parados en realidad. Eduardo Aguirre, fotógrafo experimentado, juega con las luces y sombras, no sólo de la imagen sino también de la vida. Se cuentan historias de luchas inconclusas, de héroes sin superpoderes, de espacios conquistados y otros anhelados. Las capturas se vuelven escenas de lo que puede ser, donde todo dependerá de lo que ese día queramos ver. La fotografía es subjetiva, como toda forma de arte, y el fotógrafo es quien nos comparte su tiempo, sus "presas" y sus ganas de jugar.
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