Sala Van Gogh
Primera muestra del año
Por Yesica Gallegos - abril 24, 2018
Invitación difundida a través de las redes sociales |
El fin de semana pudimos recorrer la inauguración de la primera exposición del año en la Sala Van Gogh. Entre artistas conocidos, amigos y colegas, la muestra es un compendio de imágenes frescas y técnicas variadas.
La muestra no sigue un lineamiento, no tiene un tema troncal que guíe la producción de los artistas. La libertad para crear se ve representada en cada una de las obras presentadas; entre producciones guardadas y nuevas obras, los artistas nos traen visiones de ideas y sueños, figuras y colores.
Desde la serigrafía a la escultura, nuestra mirada se centra en imágenes diferentes, en un juego que te atrae hasta el punto de querer tocarlo o en una mesa donde las figuras danzan en una pista de vidrio. Es que no sólo se trata de la disposición de las formas, de la presencia de las figuras, es también la relación que se produce con el color. Colores llamativos en la serigrafía, configurando un objeto contenedor de la imagen o la simpleza de las formas en las maderas, cuyos colores madre son nada más que un agregado. Buscarle significado a las producciones sería quitarles una parte de su identidad, la mano del artista guiada por una musa sin nombre culmina la obra de arte y la vuelve una extensión de él.
Las pinturas también protagonizan el escenario artístico. Las técnicas y los modos de producción difieren, se pueden observar figuras angelicales de gran detalle y estudios pictóricos, quizá evidenciando algún movimiento artístico o vanguardia de antaño. Las imágenes producto de sueños o surrealistas visiones nos hablan sobre otros mundos, historias inconclusas, cuerpos amorfos y salvajes dueños del pincel del artista, donde los colores estallan en las retinas de los espectadores.
¿Quién no ha visto un cuadro y ha expresado con determinación el nombre del artista? El sello de Amelia Gatica también dice presente y con su gran formato irrumpe en la sala.
El dibujo y el collage también tienen su lugar en la muestra. La creación de texturas y tramas de variadas formas, generando volúmenes y sentidos propios, donde el movimiento de una lapicera crea un barrio imaginario, con una imprenta quizás infantil o lúdica que juega con la mirada del observador. Y de una ciudad construida en tinta y tela, pasamos a la utilización de materiales en la conformación de una única imagen; desde formas geométricas sobresalientes en un fondo texturado al pequeño formato de un cuadro que nos presenta la figura humana de un hombrecillo y otros, dispersos en un fondo manchado. El collage con su particular modo de crear visiones propias, donde las obras tienen otra intencionalidad y otra búsqueda, cuyo peso recae en los materiales y las decisiones. Se trata de la materialidad que guarda al concepto y culmina en la imagen.
La muestra que vuelve a abrir las puertas de la Sala Van Gogh nos entrega una multiplicidad de lenguajes a observar, no sólo técnicamente hablando sino también en cuanto a la capacidad creadora, inagotable en artistas locales que continúan produciendo. El circuito que establece la sala es diferente a otros espacios artísticos de la ciudad, es como una reunión de amigos, donde así como es apreciable la nueva producción, también es posible ver parte del patrimonio de la dueña de la sala, Amelia Gatica. Sin limitar a los artistas en su creación, la exposición se caracterizó por esa soltura y por la inmediatez que caracteriza a estos tiempos ajetreados.
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